Cada mañana,
me acompaño de tus ojos,
de tus bordes, de tus roces.
Amanezco abandonado en tu playa,
en tu espalda, en tus voces.
Si me acorrala el frío,
recorro las cuevas que guardan tu aroma
y me vacío en tus memorias,
aferrado a pedazos de historias.
Extraño tu nombre en el teléfono,
bastaba verlo o sentirlo vibrar
para saber que regresabas a mí.
Los días abandonaron las horas,
se repiten rememorando nuestros ecos,
nuestras derrotas, nuestras glorias.
La casa remodeló los cuartos y los convirtió en momentos.
Desayuno en nuestro primer beso,
enciendo la televisión en nuestro primer pleito.
Ceno en nuestra primera cita
y duermo en el momento justo
en que renunciábamos al sueño.
Cada mañana despierto y
existo en tu ausencia
porque, sólo entonces, estás aquí.