Al hacerlo, llegan repentinas olas
de pasados, de memorias.
Regresan las caminatas insomnes, silenciosas,
y al andarlas, la brisa moja.
Tú y yo, somos mares,
bastos, profundos, salados.
A ti y a mí, nos habitan cavernas,
nos recorren ríos y nos controlan mareas.
Habitamos, sin estar, las mismas playas.
Somos agua dulce cuando no salada.
Si el alma falta,
abrimos los muros
y cubrimos los pisos de arena,
de conchas y calma.
Ahí, encontramos caracoles
que nos recuerdan
-cuando lo olvidamos todo-
la dicha de los días que nos aún no llegan.
Somos suspiros de agua,
gotas, independientes una de la otra.
Vinimos del mismo mar,
y habitamos el mismo sueño sin forma.
Decir tu nombre es invocar mi historia.