Hoy que me despedí de ti,
me regresó tu peso a los pulmones.
Tu adiós se transformó al momento
en un recuerdo vivo,
abrasivo: nuestro.
Adentro, sentí desvencijarse mis costillas,
caían una encima de la otra.
Al fondo mi autoestima, mi fuerza.
Caminaba derrotado,
cuando en un acto de torpe valentía,
volteé la cara, esperando fallidamente
encontrarme con tu mirada.
Recordé entonces el doloroso espacio que queda después de tu nombre.
En mis pupilas, se amontonaron
parvadas de luciérnagas pardas.
No creían tu abandono y
te miraron directo a la espalda.
Desesperadas,
revoloteaban por todas las cuencas:
buscaban nuestra oscuridad para iluminarla.
Para su desventura,
ni eso quedaba.
Y en la desesperación,
se me encarnaron una a una,
en estos dedos que sin saber porqué
te llaman.
¿Podrías culparlas?
Marca.
Mi paciencia.
Marca.
Mi coraje.
Marca.
Mi tristeza.
Marca.
La vergüenza.
Marca.
Y hoy,
como hasta antes de encontrarte:
no contestas.
👏👏
Muchas gracias! 🙂