Me visitó un día,
de todos, ese día.
No cuando yo lo pedí,
no porque yo lo quise,
sino cuando no sabía que lo necesitaba.
Llegó y me tendió un mar,
al pie de la cama.
Nuestro mar.
Me pintó en las paredes
una tarde soleada,
llena de espuma
y malva.
Me vi en sus ojos,
me sentí desde su corazón.
Agradecí el sol en mis brazos,
respiré la brisa y
me revolví con las olas.
Supe entonces que sí,
que todo estaría mejor.
Inhalé profundo.
Cerré los ojos y
volví a la cama.
Me abandoné al presente.
Exhalé y creí en su promesa:
Mañana, todo estará mejor.