Hay palabras que se tatúan en la garganta,
palabras tibias que no se dicen:
se cantan…
Palabras de humo que siempre nos acompañan.
No dije adiós, no tenía ganas.
Si no quise despedirme,
fue porque ya nada quedaba.
Entrar ahí -aquí- requirió agallas.
Más de las que tenían y seguro más de las que creía necesitaba.
Salir fue atravesar una puerta que ya estaba cerrada.
Sellar un recuerdo de silencio, de calma.
Si no dije adiós fue porque entre nosotros no habrá mañana,
hubo un final, de esos que se deshojan al alba.
Te quiero, te quise, pero no te querré.
Porque si regresas,
y regresas,
y regresas,
no habrá recuerdo,
sino olvido.
Volver, ¿para qué?…