Tu partida se instaló en la parte ajena de mi colchón,
a milímetros de mi pierna derecha
hay un vacío que ejerce succión.
Si acaso me descuido y
durante un momento me quedo dormido,
amanezco sin dedos, la otra noche sin brazos,
hoy sospecho que sin corazón.
No me quejo, aquí ya para nada servía,
quizá y allá a algún estómago mantenga con vida.
Me han dicho que sabe bien encebollado, como el hígado,
aunque según sé la melancolía lo prefiere crudo y desvenado.
A decir verdad, me parece justo que se lo coman,
que sea alimento de solitarias y moscas.
Porque tanta vida en este cuerpo no cabe,
no le va, a nada sabe.
Ya sé que contigo no me alcanza para el “te extraño”
pero si acaso puedes, en el tiempo perdido:
piensa en mi.
Porque a mí, sin ti,
sólo me queda sobrevivir dos olvidos:
el tuyo y el mío…